No sé qué escribir
No sé qué escribir, a veces pienso que no quiero escribir y sin embargo, aquí estoy, escribiendo. En ocasiones pienso en Sócrates y sus advertencias contra la escritura, la amenaza que encierra el fijar las cosas en un medio físico. Solía pensar que eran ideas ridículas de un viejo loco, pero últimamente, con más frecuencia me encuentro dándole la razón. Fijar las cosas en papel es quitarles flexibilidad, fluidez, matar su capacidad de transformarse, no solo eso, la palabra en papel es casi siempre un cadáver ¿Cuántas veces no hemos “cancelado” a alguien por algo que escribió hace años? ¿Cuántas veces hemos hecho exactamente lo contrario a lo que está escrito en las leyes sin sufrir consecuencias?
Escribir, sí, pero ¿para qué? ¿para alimentar el ego? ¿para recibir likes? ¿para hacer dinero?
Escribir es una locura, es un ejercicio fútil, pero como todo lo fútil, tiene su encanto. Así que aquí estoy, sumergida en la locura, escupiendo al cielo y esperando que el escupitajo me caiga de regreso, justo en la cara.
¿Escribir como terapia? quizá. A mí me ha servido, aunque debo confesar que me tomó años, décadas, poder articular mis pensamientos en papel a través de la practica del diario. Más de una vez rasguñé las hojas de mi libreta, las rayoneé con color rojo, las arruiné con mis lágrimas, escribí (y a veces aún lo hago) en letras gigantes que estaba harta de todo. A veces una sola palabra, cargada de odio o de dolor, me basta para llenar mil páginas.
A veces no escribo nada, le huyo al cuaderno, me da miedo qué pueda salir de la pluma, como si no fuera yo quien escribe sino un demonio que me posee y se dedica a exhibir en papel (o en un blog) todas esas cosas que no me atrevo a decir en voz alta.
¿Escribir para narrar? ¿para contar historias? Ay no, eso está peor porque no puedes hacerlo si tienes la urgencia de vomitar, hay que estar en posesión de los cinco sentidos, de un espacio que mínimamente permita acomodar las palabras sin causar accidentes y algo de tiempo para buscar las palabras adecuadas. Escribir de forma creativa es tan difícil que no sé cómo nos atrevemos a hacerlo, es como pulir un diamante sin más herramientas que una lima de uñas y todo para que al final llegue un perro y se coma tu escrito sin que nadie lo lea.
Margaret Atwood, en su libro On Writers and Writing explora la cuestión de por qué escribimos, le pregunta a varios autores qué sienten cuando escriben y trata de encontrar puntos en común en la gente que escribe y se encuentra con un universo tan vasto que es imposible definir qué tienen en común quienes escriben, quizá, observa Atwood, lo único que tienen en común quienes escriben es la oscuridad y el deseo de iluminarla con palabras.
Supongo entonces que preguntar “para qué se escribe” es inútil, la pregunta adecuada sería ¿para qué escribo yo? pero no me interesa responder esa pregunta ahora. Más bien quisiera preguntarte, lectora (mira que tengo fe que existas) ¿Para qué escribes tú?
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