Hombre muerto
La noticias nos llegan escasas, amontonadas entre muchas otras tragedias: Un hombre fue asesinado a balazos a bordo de un automóvil ¿Es el mismo hombre del que me hablo mi padre? ¿del que le habló su padre? No sé si la historia se repite o simplemente la misma historia del pasado se asoma al presente. El futuro es un palimpsesto, un intento fútil de corregir lo que fue.
Le dispararon en al menos once ocasiones . Mi padre, como un oráculo poseído por los dioses nos anuncio su muerte desde hace tiempo. No quise creerle. Tal vez ésta vez sea diferente, argumenté, pero no sin reservas, porque me atemorizaban las camionetas blindadas, las patrullas a deshoras, los gritos, las fiestas. Vimos con asombro cómo las paredes y habitaciones de la casa vecina se iban transformando mágicamente en un palacio.
Las balas impactaron en la cabeza y el pecho. Sé que es el mismo hombre, el mismo del que hablaban mis padres hace tantos años, cuando hacían reuniones familiares. Yo cerraba los ojos y fingía dormir, pero me gustaba escuchar sus historias, verlos bailar al ritmo de la Santanera. Hablaban de un hombre muerto a balazos ¿era uno o eran muchos? Contaban , también ellos, historias de casas devenidas en castillos y bautizadas con lágrimas.
La música de banda no me deja dormir. Una y otra me despiertan los gritos, las arcadas, los lamentos. Ese muerto que yace en la casa vecina ya no tiene nombre. La vida es un mecanismo elíptico. La historia no se repite tal cual, pero siempre se repite ¿Quién escuchara mis historias del hombre muerto? ¿quién verá morir a ese hombre que aún no nace y recordará mis palabras como yo recuerdo las de mi padre?
El tiempo es una espiral. Es una escalera de caracol que solo sirve en una dirección. Desde donde estoy ahora veo al hombre cuando era niño, lo veo jugar con mi hermano porque tienen casi la misma edad. Veo a mi padre niño jugar a la rayuela con otros pequeños. En sus sonrisas no se adivina el futuro rojo que yo alcanzo a ver unos peldaños más adelante.
El tiempo se desdobla, veo al hombre-niño-hombre recorrer las infinitas posibilidades que se fueron perdiendo con cada suceso y cada decisión en su vida. Padre, hijo, nieto, abuelo. Da igual, todos tenemos un puesto fijo, un papel que representar.
Un hombre fue asesinado a balazos a bordo de un automóvil. Un millón de hombres han sido asesinados a balazos, miles de millones de cartuchos percutidos han quedado en el suelo como evidencia. Cientos, miles, millones y millones de madres han llorado océanos completos de lágrimas por las muertes de esos hombres.
Desde el fondo de la espiral me llega la risa de la casa vecina. En realidad es un cuarto de lámina rodeado de vegetación, en ese momento el niño juega feliz, descalzo, andrajoso. Vivo. Avanzo en la línea del tiempo, frente a mí, el palacio torcido en que se ha convertido la casa se llena de hombres que cantan y lloran. Hombres que, ahora puedo verlo, serán el mismo hombre asesinado a balazos.

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