Ana Karenina

"Todas las familias felices se parecen entre si, del mismo modo que las desgraciadas lo son, cada una a su manera"

Así empieza Ana Karenina, un libro de casi 700 pag. que leí en un tiempo récord para mí porque me atrapó como pocos libros lo han hecho. Lo leí en la cocina, en el autobus, en el avión, en el baño y no lo leí en el coche porque me lo impidió la preocupación de estrellarme y quedarme sin conocer el final de la novela.

Ana Karenina es una historia compleja y simple a la vez, o tal vez deba decir, dos historias complejas, una más dramática que la otra, una externa y otra interna.

Podría ser una historia de amor, podría ser una tragedia, o tal vez podría ser eso y además un detallado retrato de la sociedad rusa de principios de siglo. Podría ser una telenovela digna del canal 2 sino fuera porque entremezclados en los trágicos jaloneos amorosos de Ana (Ana Arcadievna Karenina -Karenina es la forma femenina de Karenin, pues está casada con Alekséi Aleksándrovich Karenin al que abandona por el Conde Vronski-) y su amante (el conde Conde Alekséi Kiríllovich Vronski ), se plantean cuestiones cruciales para la época de Rusia pre-revolucionaria: la cuestión agrícola, el papel y funciones de la aristocracia rusa, las enormes diferencias culturales entre Rusia y Europa occidental, los conflictos de los pueblos eslavos y sobre todo, los cuestionamientos, íntimos y personales del protagonista de la historia que corre paralela a la de Ana. Levine, el alter ego literario de Tolstoi, el hombre sencillo que vive para el campo y cuya alma vive atormentada por la cuestion ética de cómo ser bueno y por qué habría de serlo, por la cuestión de un Dios en el que no puede creer pero que al parecer reporta beneficios a aquellos que si le tienen fé.

Es curioso, pero al final, la historia de Levine aunque sencilla, me pareció más interesante que la de Ana. La tragedia de Ana sin duda es una mirada fascinante a la aristocracia rusa y sus prejucios, sin embargo el hecho de que al final terminara viendo todo tan negro y sin esperanza y que su deseo de venganza fuera tal que la llevara a sacrificar su vida con tal de lograr su objetivo me desilusiono un poco de esta heroína que al final no puedo ver más que como un ser egoísta y neorótico, aunque ciertamente su situación trágica incrementó en ella estas malas cualidades. Lo mismo Wronsky, el amante de Ana, me pareció un ser egoísta y hedonista, pragmático y demasiado preocupado -igual que Ana- en no perder los beneficios que le reporta el pertenecer al círculo aristocrático y que perdió al unirse a Ana.

Sin embargo el nihilismo pesimista de Ana no deja de revelar ciertas verdades de la naturaleza humana: la hipocresía, el egoísmo, la vanidad como eje motriz de nuestros actos sólo puede equilibrarse justamente con el amor y la razón, pero la razón era precisamente lo que Ana había perdido o estaba a punto de perder cuando decidió tomar la trágica decisión que termino con su vida.

Levine por su parte, el eterno esclavo de la razón exagera al querer encuadrar todos sus actos en un marco medible y comprobable, se asusta cuando en vista de una posible tragedia el también se refugia en la fe de su infancia y se asusta aún más cuando se da cuenta que esa fé es frágil y momentánea y no le brinda ningún solaz. No puede amar como aman las almas simples, no acepta como acepta los demás: sin cuestionar, el amor para él es un misterio inexplicable que lo atormenta internamente y en silencio pues nunca revela a nadie sus temores y decide, al contrario de Ana, dejarse guiar por la razón más que por la emoción, Ana opta por la muerte, aunque ama profundamente, Levine opta por la vida aunque el creé que no puede amar de la misma manera, pero decide seguir en la busqueda del sentido de la vida.

Cruel paradoja.

Comments

Popular posts from this blog

Fire and Ice

Las Cosas Que Importan

Biography of a world....ERASED