Las cosas que no puedo comprar ...
Vivo en un mundo que no entiendo, un mundo que, para mi gusto, va demasiado rápido y me siento arrastrada por este mar de gente que corre a toda velocidad ¿a dónde vamos? Pregunto aquí y allá “Hacia el éxito” me dicen casi todos, “A ser mejores” me dicen otros; los más honestos me confiesan que ellos tampoco tienen idea de a dónde vamos pero a nuestro paso los anuncios de neón se transforman en hilos de luz semejantes a fuegos artificiales que unas veces me divierten y otras veces me dan miedo. El mundo se ha vuelto una autopista sin límites de velocidad y a veces me da la impresión de que en realidad a donde vamos todos es al carajo.
El mundo se ha vuelto una mar de gente en el que no se puede nadar contra corriente, esta sociedad que tanto idealiza al individuo, en realidad está aplastando cualquier intento de individualidad. Todo pensamos lo mismo, todos vestimos igual, todos nos hemos convertido en replicas de algo más, a veces me da miedo ver en la calle tantas caras tan iguales, todas sintiéndose diferentes porque en realidad son las mismas. Debo confesar que a veces me ha pasado por la cabeza la idea de pintarme el cabello con rayitos rubios porque parece que es lo correcto; pero soy necia y algo me dice que recapacite y mejor me compre un disco en lugar de un tinte. Sin embargo es tan difícil resistirse a la tentación de sentirse parte de esa masa de gente que parece tan segura y “exitosa”. Es cómo ver los comerciales y pensar que en cuanto te compres el nuevo celular o cualquier estupidez de esas tu vida cambiará y entrarás al nirvana de la felicidad (me acuerdo de una tira de Mafalda: Miguelito está viendo la tele y Mafalda le pregunta que está viendo, Miguelito le dice: “apenas la he encendido, pero parece ser que si te compras una heladera, un desodorante y un televisor, tenés que ser muy estúpido para no ser feliz”). El problema empieza cuando te compras el maldito celular o lo que sea y descubres que sólo te hizo feliz por 20 minutos y para colmo ni lo necesitabas y ya te engrosaste tu lista de deudas (si lo compraste con tarjeta de crédito) o ya no tienes lana para el resto del mes (si lo compraste de contado).
Las cosas necesarias se están volviendo cada vez más escasas y más difíciles de reconocer entre una oferta gigantesca de cosas superfluas e insulsas, y el ritmo matador al que nos obligan a vivir no deja tiempo para diferenciar lo que necesitamos de lo que no.
El maestro Noam Chomsky dijo algo al respecto de este tema en una entrevista, y el comentario es bastante certero, creo yo. El dijo (en resumen) que la publicidad tan abundante que hay actualmente para toda la variedad de productos que hay en el mercado es una prueba de lo innecesarios que son. Pongamos por ejemplo, el mercado de valores, nadie pone anuncios con modelos semidesnudas para vender acciones de la empresa “x” o “y”, lo único que se hace es informar al mercado que se están vendiendo esas acciones y como son cosas en las que la gente está interesada o que necesita, pues las compran y ahí se acabo el ciclo. Si las cosas que nos venden con tanta publicidad fueran realmente necesarias no habría necesidad de tanta alharaca y aquí viene mi conclusión que creo, es algo que todos sabemos pero nos hacemos los que no sabemos: Lo que nos venden no es un celular o un perfume o unos jeans… lo que nos venden es una ilusión, la idea de la felicidad… no sé si me doy a entender, pero parece que lo que nos falta no es ropa, ni perfumes, ni pantallas gigantes, parece que lo que nos está faltando es la imaginación, el amor, el placer y todas esas cosas que desafortunadamente no se pueden comprar con mastercard. (Y los malditos de mastercard y de toda la industria lo saben, por eso te dicen claramente que no te esfuerces, nunca vas a ser feliz, y para colmo no puedes comprar la felicidad, por eso ellos -caritativamente, claro- se ofrecen a ayudarte a que compres lo que si puedes: los placebos que imitan la felicidad)
Este mundo va cada vez más rápido, y en este cóctel de apariencias nos estamos perdiendo de algo, y es un algo que no se compra con dinero. …parece ser que vamos por la vida comprándonos muletas para el alma.
El mundo se ha vuelto una mar de gente en el que no se puede nadar contra corriente, esta sociedad que tanto idealiza al individuo, en realidad está aplastando cualquier intento de individualidad. Todo pensamos lo mismo, todos vestimos igual, todos nos hemos convertido en replicas de algo más, a veces me da miedo ver en la calle tantas caras tan iguales, todas sintiéndose diferentes porque en realidad son las mismas. Debo confesar que a veces me ha pasado por la cabeza la idea de pintarme el cabello con rayitos rubios porque parece que es lo correcto; pero soy necia y algo me dice que recapacite y mejor me compre un disco en lugar de un tinte. Sin embargo es tan difícil resistirse a la tentación de sentirse parte de esa masa de gente que parece tan segura y “exitosa”. Es cómo ver los comerciales y pensar que en cuanto te compres el nuevo celular o cualquier estupidez de esas tu vida cambiará y entrarás al nirvana de la felicidad (me acuerdo de una tira de Mafalda: Miguelito está viendo la tele y Mafalda le pregunta que está viendo, Miguelito le dice: “apenas la he encendido, pero parece ser que si te compras una heladera, un desodorante y un televisor, tenés que ser muy estúpido para no ser feliz”). El problema empieza cuando te compras el maldito celular o lo que sea y descubres que sólo te hizo feliz por 20 minutos y para colmo ni lo necesitabas y ya te engrosaste tu lista de deudas (si lo compraste con tarjeta de crédito) o ya no tienes lana para el resto del mes (si lo compraste de contado).
Las cosas necesarias se están volviendo cada vez más escasas y más difíciles de reconocer entre una oferta gigantesca de cosas superfluas e insulsas, y el ritmo matador al que nos obligan a vivir no deja tiempo para diferenciar lo que necesitamos de lo que no.
El maestro Noam Chomsky dijo algo al respecto de este tema en una entrevista, y el comentario es bastante certero, creo yo. El dijo (en resumen) que la publicidad tan abundante que hay actualmente para toda la variedad de productos que hay en el mercado es una prueba de lo innecesarios que son. Pongamos por ejemplo, el mercado de valores, nadie pone anuncios con modelos semidesnudas para vender acciones de la empresa “x” o “y”, lo único que se hace es informar al mercado que se están vendiendo esas acciones y como son cosas en las que la gente está interesada o que necesita, pues las compran y ahí se acabo el ciclo. Si las cosas que nos venden con tanta publicidad fueran realmente necesarias no habría necesidad de tanta alharaca y aquí viene mi conclusión que creo, es algo que todos sabemos pero nos hacemos los que no sabemos: Lo que nos venden no es un celular o un perfume o unos jeans… lo que nos venden es una ilusión, la idea de la felicidad… no sé si me doy a entender, pero parece que lo que nos falta no es ropa, ni perfumes, ni pantallas gigantes, parece que lo que nos está faltando es la imaginación, el amor, el placer y todas esas cosas que desafortunadamente no se pueden comprar con mastercard. (Y los malditos de mastercard y de toda la industria lo saben, por eso te dicen claramente que no te esfuerces, nunca vas a ser feliz, y para colmo no puedes comprar la felicidad, por eso ellos -caritativamente, claro- se ofrecen a ayudarte a que compres lo que si puedes: los placebos que imitan la felicidad)
Este mundo va cada vez más rápido, y en este cóctel de apariencias nos estamos perdiendo de algo, y es un algo que no se compra con dinero. …parece ser que vamos por la vida comprándonos muletas para el alma.
Pero las apariencias engañan, y este mundo que finge avanzar a toda velocidad hacia el futuro, en realidad está obligándonos a darle vueltas como estúpidos a la glorieta de nuestro pasado animal en el que el que tiene más o se ve más apantallador es el vencedor de una batalla que no tiene caso.
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